Sobre un texto de Alan Watts recogido en Mario Núñez.
“Tomemos como ejemplo, la educación. Tremendo engaño. Tomas a un niño pequeño lo metes en una guardería, luego le dices “Ya estás listo para entrar al kindergarten!. Y luego, wow-wee, primer grado, y segundo grado, y tercer grado.” Gradualmente va escalando la escalera hacia arriba, hacia arriba, hacia el progreso. Y luego, cuando llegas al fin de los grados, dices “secundaria, ahora si que estás logrando algo serio” Equivocación, pero al fin y al cabo es el negocio, sales directo a ese mundo y te consigues tu propio diploma. Y entonces vas a tu primera cita de negocios, y te dicen “Ahora sal al mundo y vende esto”, y así entonces seguirás escalando en la escalera de los negocios, y tal ves llegues a una posición respetable. Y lo vendes y te suben el sueldo. Y entonces, finalmente, alrededor de los 45 años te despiertas una mañana como el vicepresidente de la firma, y te dices a ti mismo mientras te miras en el espejo. “He llegado, Pero me siento ligeramente estafado porque me siento de la misma manera que siempre me sentí. Algo me falta, ya no tengo futuro.” “Ah ah” dice el corredor de seguros. Tengo un futuro para ti. Esta póliza te permitirá retirarte cómodamente a la edad de sesenta y cinco años, y serás capaz de lograrlo.” Y te alegras. Y compras la póliza, y a los sesenta y cinco años de edad te retiras pensando que este ha sido el verdadero propósito de la vida. Excepto que para entonces tienes ya problemas de próstata, dientes falsos, arrugas en la piel. Y eres un materialista. Eres un fantasma, un abstraccionista, estás sencillamente en ninguna parte, porque nadie te lo dijo y nunca te diste cuenta de que la eternidad era ahora.”
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